Ser feliz con una enfermedad

Ser feliz con una enfermedad es posible

En efecto, decir que “ser feliz con una enfermedad es posible” resulta una afirmación muy difícil, al menos eso piensan los afectados, sobre todo cuando es otra persona, sana, quien trata de dar ese mensaje de ánimo.

En esta ocasión mi cometido será únicamente tratar de hacerte ver que hay más allá, mucho más de lo que crees, que la vida sigue y que, en efecto, volverás a encontrar la felicidad, de la misma manera en la que la disfrutabas antes o quizás de otra complemente diferente.

¿Qué hacer para ser feliz con una enfermedad?

La receta, lo que todos ansían saber. Yo no soy un experto en psicología pero sí puedo enfocar el tema, sin duda, desde el mindfulness, que consiste en vivir el presente. Desde mi posición, puedo decirte:

Asumir la enfermedad

No te va a servir para nada (bueno) resistirte, oponerte a lo que te está pasando o, directamente, negar la situación. Ello supone un perjuicio para el desarrollo del proceso emocional natural por el que debes pasar para poder seguir adelante.

Detecta qué depende de ti y que no

Tienes que aprender a diferenciar qué está en tu mano y qué no y, a partir de ahí, dejar de preocuparte de aquello en lo que no puedes meter mano, ¿qué sentido tiene? Bastantes preocupaciones tenemos ya en nuestro día a día como para pensar en aquello que, por mucha voluntad que pongas, no puedes cambiar.

Estar enfermo no es tu decisión pero sí lo será salir con amigos, ir a la bolera, a la discoteca, hacer una gran comida para familia y amigos, cuidarte por dentro y por fuera… Así que… pon esfuerzo en aquello que depende de ti y no pierdas tu fuerza en aquello que no puedes controlar.

Considera vencer tu problema

Todas las enfermedades, tratadas a tiempo, son curables en la actualidad o se ralentizan hasta tal punto que la esperanza de vida es prácticamente la misma que la de una persona sana. Además, la ciencia sigue avanzando. De hecho, no conozco tu problema, evidentemente, pero es posible que se trata de algo que, aunque sea grave, no sea para siempre.

Trata de visualizarte sano, de verte tal y como eres, de creer que va a pasar porque, en efecto, puede que así sea.

Haz lo que te gusta hacer

Todos tenemos motivaciones. Algunas las llevamos a cabo y otras las tenemos guardadas. No importa cuál sea tu caso; dedícate a hacer lo que te gusta, sorpréndete a ti mismo viéndote capaz de hacerte feliz, ya sea tirándote en paracaídas como tejiendo.

Ten poder sobre ti

Nunca, bajo ningún concepto, permitas que la enfermedad te condicione. Tu vida es tuya y nadie ni nada tiene que apoderarse de ella. Pon distancia entre esta y tú, sepárate de ella tanto como sea posible porque no servirá de nada que la lleves al hombro.

Aliméntate

La alimentación es clave en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Una dieta sana y equilibrada va a influir en tu sistema inmune, ayudándote a luchar y haciendo que no estés tan débil. Pero también hará que mejore tu estado de ánimo, que tengas más pasión por tus hobbies, por estar activo…

Destierra el estrés

Esto es algo que tienes que hacer cuanto antes. Déjate de rollos, de “no puedo”, de “tengo responsabilidades” y de “si no lo hago yo… ¿quién lo va a hacer?” Echa el freno, exígete sólo lo que es sano que puedas cumplir y disfruta un poco más, sólo un poquito; no pido tanto ni nada malo, ¿no?

Relájate

Para conseguirlo, echa un vistazo a las opciones de relajación que más interés te produzcan y, sin dudarlo, dedica un tiempecito a ellas. Yoga, meditación, masajes, lectura, manualidades o incluso colorear pueden ser terapias fantásticas que te ayuden a soltar todos los pellizcos que has ido acumulando a lo largo del día.

Escúchate

Es muy importante que te dediques tanto tiempo como necesites y te escuches. Seguramente tengas mucho que decir, más aún de lo que compartes con tu apoyo. Hay cosas que tienes que decirte a ti mismo, buenas, pero, especialmente, malas.

Por mucho que te esfuerces en seguir estos consejos, habrá algún momento en el que te veas ahogado por sentimientos negativos. Párate a ver qué pasa, qué sientes, por qué y cómo puedes solucionarlo. Tenemos que convivir con lo que sentimos; no todo es maravilloso, y en este caso no hablo sólo de personas enfermas; todos nos sentimos mal en ocasiones, sólo debemos hacer que la balanza finalmente se decante en positivo.

No vivas en el futuro

Esa obsesión insana de saber qué pasará. Es tan duro… Perdemos el tiempo que estamos viviendo pensando en algo que si tiene que venir vendrá y lo viviremos en su momento, o peor aún, imaginando puntos que nunca llegan a ocurrir. Esto lo hacemos todos, no es necesario encontrarse en una situación amarga. Y me parece muy triste que nos perdamos la vida que deberíamos estar viviendo en el presente pensando en otra, da igual si es mejor (me hace gracia, por ejemplo, el que decide no emprender porque ha pasado tanto tiempo imaginando que le toca la lotería que hasta piensa que va a ocurrir tarde o temprano) o peor (como sería el caso de quien se ve cada vez más enfermo, impedido, dependiente de los demás…).

Utiliza la cabeza

Es muy difícil, lo se, pero debes ser objetivo, ver la situación desde fuera. Te toca salirte de tu pellejo y mirarte desde otro punto, uno que no esté invadido por malos sentimientos. Sólo de esta manera podrás comprender qué te pasa, cómo afecta tu situación a tu día a día, qué estás haciendo mal, etc.

Crea un círculo saludable

No pierdas tiempo con personas que no te aportan nada o que incluso pueden resultar tóxicas para tu situación. Busca a quien se pueda poner en tu lugar, te comprenda, te apoye y te ayude de las tantas maneras en las que esto es posible.

Consulta a profesionales

No tengas vergüenza ni te deprimas por tener que acudir a un profesional (puede que otro de tantos). Es lo mejor que puedes hacer para conseguir asesoramiento y apoyo para ser feliz con una enfermedad. Puede ser un psicólogo, un psiquiatra, un masajista, todo un grupo de terapia, un médico especialista que te explique, a la perfección lo que te ocurre, cómo te ocurre y por qué, lo que se espera, cómo avanzar, etc.

Y ya está: Este es el secreto. No está mal, ¿verdad? Mi último consejo es que no abandones estas palabras como tantas otras, que las leas y releas, creyéndotelas y esforzándote por convertirlas en una realidad, TU REALIDAD. Guarda este post en tus favoritos y consúltalo cada vez que lo necesites.

Realmente espero que mis palabras formen parte de tu felicidad o que te sirvan para ayudar a un otro a ser feliz con una enfermedad.

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