Una de las sombras que nos atenazan a todas las personas es el miedo. Tememos muchas cosas y a muchas cosas, que no es lo mismo. El ser humano, lleno de sentimientos, logros y avances, teme perderlo todo: amistad, amor, trabajo, dinero, reputación, comodidad… Ello nos impide hacer muchas cosas, entre ellas, vivir de manera plena, alcanzando aquello que siempre hemos soñado. Lograrlo no es difícil, pero requiere de una serie de esfuerzos que no podemos obviar. En este caso te enseño cómo gestionar el miedo y sacarle partido.
Tengo miedo; ¿qué puedo hacer?
El miedo es una desagradable sensación que nuestro organismo genera ante la existencia de algo que entendemos como un peligro. Puede ser algo evidente, como un ladrón que nos amenaza, o algo más profundo y oculto, como un cambio de puesto de trabajo, que nos hace preguntarnos si no estaremos cometiendo un error.
Forma parte de nuestra naturaleza mamífera y se trata, de hecho, de una de las seis emociones primarias, acompañado por la ira, el asco, la tristeza, la sorpresa y la alegría. Este nos sirve para entrar en estado de alerta en situaciones que pueden resultar negativas y, de este modo, actuar en consecuencia para evitarnos pasar ese trago. Y ese suele ser, a menudo, el problema, la manera en la que lo gestionamos.
Cuando este no se gestiona bien o cuando, simplemente, no estamos siendo verdaderos dueños de nuestras vidas, el miedo se vuelve un habitual en nuestro día a día, haciéndonos desconfiar en cada vez más situaciones hasta el punto de mermar nuestra forma de ser. Ante un miedo disfuncional, la persona tiene un problema, y no es de los leves precisamente.
Ante el miedo, existen diferentes actuaciones que debemos considerar.
Afrontar el miedo
La primera y esencial actuación es afrontar tus miedos; ya veremos qué viene después. Esto es, acercarnos a aquello que tanto nos alerta y que tan incómodos nos hace sentir.
Para ello, debemos comenzar por lo evidente: reconocer dichos temores. Reconocerlos ante los demás, pero también ante nosotros mismos pues, en ocasiones, ni sabemos que lo que sentimos realmente es miedo. Debemos analizar las situaciones que concretar qué es lo que nos produce cada temor.
Una técnica para afrontar un miedo es reducirlo a lo absurdo.
- Piensa en cuál es tu miedo REAL, el motivo por el que te pones excusas. Por lo general, se relaciona con el fracaso en mayor o menor medida.
- Ahora plantéate qué pasaría si se diese la situación que temes; sólo la que temes, sin mirar más lejos.
- En este punto, ve un poco más allá. Ahora imagina que bola de nieve se podría formar en ese caso. Este debería ser un miedo real y no el que tienes.
- Esa grave situación que se podría desencadenar te hará darte cuenta de que tu miedo es irrisorio en comparación, pero también de algo más importante, que es necesario que lo afrontes para que el problema no escale.
Pongamos un ejemplo siguiendo los pasos anteriores:
- No “puedo” dejar de fumar. ¿La excusa? Me altero demasiado si no fumo y me cuesta llevar el hogar y la familia, me vuelvo irascible y desagradable con los demás, tengo sudores…
- El temor viene dado del hecho de tener que pasar un tiempo, que no sabes cuánto durará, sintiéndote incómodo contigo mismo y con los demás, condicionando tus relaciones sociales, etc.
- No afrontamos ese miedo y seguimos fumando. El desenlace es fatal, con tu familia visitándote en el hospital después de extirparte un pulmón, tu pareja llorando al verte sin cabello durante la quimioterapia.. y eso si tienes la suerte de sobrevivir.
- ¿Sigues creyendo que tu miedo debe hacerte abandonar tu propósito?
Una vez nos hemos dado cuenta de que, nos guste o no, la situación “tan mala” que nos hace recelar no dura eternamente y sus consecuencias no son tan negativas (y que estas se transforman a medio y largo plazo en algo completamente positivo), llega el momento de hacerle frente. ¿Cómo? Eso ya dependerá de los miedos de cada uno, si bien, sí puedo darte algunos consejos.
- Comprende la importancia de alcanzar tus metas. Este será un gran estímulo.
- Comienza por reducir el estrés. Esto hará, entre otras muchas cosas, que pienses con claridad, que no vivas en una atmósfera viciada y negativa, oscurecida y tensa.
- Otra manera de hacer frente a lo que tenemos es tomar decisiones que nos hagan encararnos directamente. Eso sí, tómate tu tiempo para pensar y verdaderamente elige aquello que consideres positivo para ti. No tomes una decisión que no creas correcta sólo para enfrentarte a aquello que te angustia.
- Aprende a gestionar el dolor: Esto te hará tener una preocupación menos, una que se relaciona estrechamente con el tema que tratamos hoy.
- Prueba con el yoga, es una práctica ideal para gestionar las emociones negativas.
- No te rindas: Es muy fácil decirlo sin estar en tu pellejo, lo sé. También sé que es difícil conseguirlo. Sin embargo, si me siento capacitado para decirte todo esto es porque lo he vivido y sé que, de verdad, la perseverancia puede ayudarte. Lo pasarás mal un tiempo, pero el resultado es una vida sin miedos, ideal para conseguir vivir como siempre has deseado, sin que nada te condicione.
Perder el miedo
Evidentemente, esto es lo que todos quisiéramos. Conseguirlo o no depende de los resultados que hayamos obtenido en el punto anterior.
Si, después de afrontar varios miedos, el resultado ha sido positivo, seguramente vayas perdiendo otros tantos por el simple hecho de ver que funciona. En el caso de que la cosa no haya ido del todo bien, es posible que necesites seguir intentándolo con miedos más pequeños, hacer una gradación e ir subiendo peldaños poco a poco. Quizás necesites ayuda psicológica (¡y no debes avergonzarte de ello!).
Llegados a este punto, puede ocurrir que nunca termines de perder el miedo; en ese caso, mi consejo es que lo aproveches.
Sacarle partido al miedo
Es ideal perder el miedo pero, en caso de no ser capaz de hacerlo, con una buena gestión y afrontándolo adecuadamente, este puede ser beneficioso.
De hecho, como he indicado, esta emoción existe para garantizar nuestra supervivencia por lo que mi consejo, de ser posible, sería no perderlo del todo nunca, para que, de manera inconsciente, nos pongamos frenos en ciertas circunstancias (pero unos muy suaves, eso sí).
En cualquier caso, lo que tendríamos que hacer es reducir al mínimo la manera en la que nos condiciona, de forma que nos cree una alerta en una situación pero que seamos capaces de decidir cómo actuar sopesando las opciones y las consecuencias.
Podemos comenzar por comprender lo que es, cómo nos afecta y por qué existe. Se trata de quitarle importancia, de comprobar que, a fin de cuentas, no es tan horrible. ¡Le tienes miedo al miedo y eso tiene que cambiar!
Párate a comprobar cómo lo sientes, cómo actúa tu cuerpo y a darte cuenta de que, efectivamente, sólo es una sensación que nadie más percibe, que no le cuenta nada a los demás y que solamente te hace sudar, darle vueltas a un asunto, etc.
Tras ello, tienes que cambiar la perspectiva que tienes de estos y verlos como aquello que te hace dar un paso más, envalentonarte, atreverte, ir más allá de lo conocido… Utilízalo como aliciente para conseguir tus propósitos.
Entonces… ¿hay que perder el miedo?
Sí y no. Lo ideal es superarlo, detectarlo, vivir con él, sentirlo pero poder tener la capacidad de actuar como consideremos, sin dejar que nos condicione. Yo a esto lo llamo perder el miedo, que no es lo mismo que ser un completo cabeza hueca que lo hace todo sin pensar en las consecuencias.
No olvides que el mejor aliciente para intentar gestionar el miedo es la cantidad de objetivos y sueños que te quedan por cumplir y que no te atreves a abordar: cambiar de coche, dejar tu trabajo estable para dedicarte a lo que te gusta, retirarte a vivir a la montaña, tener un hijo, adelgazar, dejar de fumar, ponerte minifalda… Cada uno tiene lo suyo, aspecto que pueden parecer más o menos superficiales o importantes en general pero que, a nivel particular, son los que nos hacen felices o infelices. ¡Ve a por ello! ¡Da el primer paso y di adiós a tus temores!
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